domingo, 20 de julio de 2014

Lo que somos no es solo cultura

                   Una dice que quiere dar su apoyo a los estudiantes que lo necesiten, porque quiere evitar a toda costa que en el colegio le extraigan del grupo y le traten de compensar sus supuestas deficiencias partiendo de una segregación preliminar. Cuando yo trabajo a solas con mis alumnos lo que trato es de reforzar su talento para que aprendan a desenvolverse en grupo, pues quizá en él no puedan sobrevivir porque no destacan. ¡Si se intentara cooperar y no competir! Y yo me pregunto si acaso eso es lo que hay que potenciar, que la gente sobresalga, marque la diferencia, toque la cúspide de quienes son elitistas. Pues desde mi punto de vista, que estemos todos en el mismo aula contribuye a asimilar lo que somos y a diferenciarnos como sujetos que no están estigmatizados por su cultura. Si empezamos distinguiendo según la cultura a la que un alumno pertenece perdemos de vista que en realidad somos seres cambiantes que van adquiriendo una personalidad propia porque crecen en un contexto determinado que borra la clásica caracterización cultural, porque de hecho cada desarrollo personal se levanta sobre un suelo de mezcla, de diversidad, de múltiples oportunidades de llegar a ser alguien distinto al que se es ahora. Pero será un desarrollo armonizado, diríamos polifónico, si aceptamos que se alimenta de voces diferentes, que reunidas suenan bien. Somos tal vez ese unísono.

                 Habrá pues una base que solo debería marcarse como algo homogéneo en cuanto a los recursos instrumentales que se le deben proporcionar al alumnado. Solo en ese caso hablamos de igualdad, pero ¿qué ocurre con la diversidad, que decimos que hay que "atenderla", como dándole de comer aparte? Claro está que se recrudece la situación de los que presentan ciertas diferencias, ya sea sociales, escolares, etc., frente a la norma porque se les condena a ser atendidos por presuntas carencias sin darles lugar a que desarrollen sus facultades y genialidades propias. No. Se eleva un muro entre el nosotros y ellos. Hay un patrón normalizado y a las personas se las pretende instalar en ese patrón. Lo que es diferente y no casa con el patrón se entiende que es problemático. Y las soluciones que se presentan resulta que muchas veces conducen al fracaso escolar de quienes no se han sentido valorados, aquellos estudiantes que finalmente quedan fuera del sistema. ¡Que paradoja!

                Si es que la diversidad es una condición humana independiente de la cultura a la que pertenecemos, cada uno de nosotros poseemos unos rasgos propios que son los que nos dan el ser, los que se van forjando con el paso del tiempo en función de dónde vivamos, porque aunque venimos de alguna parte con ciertas señales del lugar de procedencia no podemos quedarnos no más siendo una constante repetición de signos huecos y sin vida. Somos human@s en interacción constante con un grupo que siempre es heterogéneo, y es en él en el que nos construimos como personas bien diferenciadas de los tópicos, nadie es en sí mismo ni siquiera un arquetipo que sirva como representación de una cultura. Eso que llaman cultura es como una encerrona y a la vez una manera de encerrarnos a las personas en compartimentos estancos que no deben entrar en contacto para crecer, porque se nos intenta hacer creer que explotarían. Se trata de estrechar lazos humanos, porque en ser humanos nos parecemos, y no de chocar como automóviles. ¿Quién cree posible que haya formación sin los otros, los que no son como yo, los que nos estimulan a cambiar y nos aportan nuevos significados, los que nos hacen dudar de la validez de lo que pensamos como aforados... Y entonces mi trabajo consiste en que cada alumno asuma su condición de estar en proceso, siempre creciente y sin que exista la completitud. Siendo como él es, encontrando sus raíces intelectuales para desplegar todo un arbolado de habilidades y destrezas que son suyas, y que como puede pasar que el grupo le discrimine en un principio, yo lo que hago es ayudarlo a sentirse fuerte y motivado para entregar de lo suyo pero también para saber recibir lo ajeno como algo muy valioso y reconstituyente.

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