viernes, 30 de enero de 2015

Cómo vibramos cuando escribimos

                       Procede seguir hablando ahora de la escritura, ese proceso que requiere de la pinza que forman los dedos pulgar, índice y corazón. ¡Cuántos niños son reacios a escribir porque aún no han descubierto la mejor manera para ellos de coger el lápiz! Y pues se cansan y renuncian a escribir y te dicen que ya te lo cuentan de palabra. Pero realmente las habilidades para expresarse oralmente no son las mismas que se adjudican a la expresión escrita. No consiste en aprender de memoria los textos que nos dan para estudiar sino en transcribirlo a nuestro propio lenguaje de entendimiento, esto es, escribirlo con nuestras propias palabras, tras haber hecho una reflexión de lo leído. Esta es una manera concreta de evitar quedarse en blanco, porque no hay viento que pueda arremeter contra lo que nosotros construimos con palabras en nuestra mente.
                      Podemos pensar en ejercicios divertidos para estimular el deseo de escribir en los niños: deletrear palabras de adelante hacia atrás, inventarse nuevas palabras ellos mismos y que las escriban rápido, etc. La curiosidad de descifrar su alrededor les lleva a leerlo todo, la necesidad de que lo que expresan perdure les impulsa a escribir. La letra de cada uno es reflejo de lo que somos y si nos consideramos bellas personas trataremos de hacer una letra que nos guste y sea representativa de nosotros mismos. Las tipografías de los ordenadores pueden orientar en la adquisición de un escritura original que contenga rasgos de nuestra personalidad.
                      Si les da pereza, que escriban en el ordenador y que aprendan, en este mundo en el que priman las secuencias de imágenes, a convertir ese modelo de representación de la realidad en uno nuevo, el verbal, e incluso el literario, el que se sirve de las palabras. Pero no sueltas y deslavazadas sino encadenadas en oraciones y textos coherentes que expresen lo que ellos tienen en su cabeza, sus pensamientos, su imaginación, sus realidades internas y sus deseos para rehacer la realidad a su manera.
                     Una alumna de 6 añitos sacó su diario y escribió: "X está creciendo". Porque para ella es importante darle esta información al mundo que ella sueña que tendría acceso a su diario, o no más porque necesita corroborarlo consigo misma, porque nota que cada vez va aprendiendo a hacer más cosas y las entiende mejor. Su cuarto adquiere un nuevo significado cuando ella es capaz de leer qué dicen esos letreros de sus objetos personales, sus posters... A su pequeño universo ella solita ya es capaz de dotarlo de sentido.
                     Escribir, ¿pero qué? Muchas veces se trata de empezar escribiendo que no sabemos de qué hablar, de que estamos cansados y las causas de ello. Da igual, lo decisivo es que empecemos a tirar del hilo... y algunos niños gustan de escribir palabras como si fueran dibujos, dándoles color, creándoles formas propias a esas palabras. Es maravilloso que el blanco del papel sea un estímulo para ellos, un trampolín para saltar al juego de inventar, también esa pantalla con un documento en blanco; a veces, incluso, pueden pintar y escribir con los dedos y potenciar en gran medida el sentido del tacto. Tocan las palabras. ¿Qué diría Platón? ¡Qué gusto que para ellos el papel en blanco no suponga un abismo al que nos empujan las musas sin que tengamos claro si surgirá o no la inspiración! Reclamemos su espontaneidad. El arte de la garabatería.
                     Sin embargo, hay una conexión especial entre la mente y la mano que escribe con el lápiz, bolígrafo o pluma su propia grafía, porque las manos tienen la habilidad de recordar lo que han escrito antes, memorizan los movimientos así como las manos de un pianista recuerdan cómo interpretar una pieza musical que han leído y practicado. Hay una línea imaginaria que comunica nuestra mente directamente con nuestras manos y esa línea va dibujando lo que inconscientemente queremos expresar en total libertad. La mano es capaz de arrastrarnos a decir lo impensable, ella sabe, en complicidad con ciertas partes de nuestra mente, qué es lo que queremos decir y no sabíamos de antemano. Y es importante que no olvidemos esta forma de escritura porque en los exámenes escritos aún hoy, algo quizá extraño para la época en que vivimos, tenemos que escribir en boli, de forma fluida, entresacando conclusiones de todo lo que anteriormente hemos estudiado, de forma que compongamos un nuevo escrito original que nos pertenece a cada uno porque expresa nuestro valor, tanto emocional como intelectual.
                    Verlo escrito es verlo más claro. Los alumnos lo saben. Que solo cuando lo escriben lo aprehenden por completo porque cada fonema se adscribe a un grafema y no quedan por ahí las pronunciaciones pululando por nuestra cabeza. Queda en algún cuaderno, en algún libro y podemos volver a ello aunque en realidad no se haya escapado nunca de nosotros eso que una vez escribimos. Pero es como volver a escuchar una canción pasado un tiempo, nos devuelve a nosotros mismos en otro momento de nuestra vida, en otro estado de cosas. Y así, cuando releemos lo que escribimos retomamos el contacto con lo que hemos sido, eso que sigue formando parte de lo que somos.
                    Cuántas veces necesitamos escribir porque no podemos hablar con las personas directamente. Imagínense en la guerra, ¿qué sería de la entereza emocional de las familias que tenían a parientes luchando en el conflicto? Esas cartas, y digámoslo así, todas las cartas, vienen a remediar el silencio que a veces nos impone la vida.
                    Pero tampoco se trata de decidir entre la escritura o la vida, como comentan algunos. La escritura es una compañera, es la que nos va sanando a medida que nos hacemos heridas de la vida, como decía el poeta Miguel Hernández: pero también es la base de las canciones con las festejamos la dicha de estar vivos, hoy, ayer y quizá siempre, gracias e ella, a la escritura. Que no nos perdamos emociones vivas por escribirlas y que si necesitamos leerlas sea tal vez porque están ya brotando en nosotros sin saberlo.

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