lunes, 25 de agosto de 2014

Una asignatura para expresarse

                  La nueva reforma educativa es retrógrada en todos los aspectos pero más si cabe cuando analizamos qué supone la desaparición de una asignatura como la Educación para la Ciudadanía, lo cual nos anticipa que el futuro de la Filosofía irá por los mismos derroteros. Pues bien, ¿qué va a ser de los valores con los que esta materia impregnaba al alumno? Esta sociedad que pretende alzarse como democrática precisa de ciudadanos que luchen por implantar los Derechos Humanos, que con tanto varapalo son tratados a escala internacional; que intenten asentar la paz en su contexto vital, al menos, resolviendo los conflictos a través del diálogo y la búsqueda del consenso; que comprendan que la igualdad implícita en los seres humanos pasa por reconocer abiertamente las diferencias, y quererlas, y aplaudirlas, porque la homogeneidad ya nos la presentan las grandes ciudades del mundo con sus centros comerciales de lujo, donde concurren los ciudadanos que no conocen otra forma de sentirse como en casa.
             Estos valores son patrimonio de la Humanidad, pero no hay que olvidar que estos valores tienen una forma diferente de asentarse en cada persona. Y cada quien necesita explorar qué siente con todo lo que le pasa por dentro cuando se pone en relación con la vida circundante. Qué le ocurre cuando percibe la injusticia en su entorno, ya sea aplicada a él o no. En fin, se hace necesario pensar en una asignatura que englobe todo este trabajo personal, de cara a un grupo con el que nos disponemos a construir nuestra personalidad. Algunas experiencias de este trabajo han tenido ya lugar en nuestro país, pero ¿por qué no instaurarlas o reivindicar que se instauren a nivel oficial? Clases en las que se hagan dinámicas de grupo, dramatizaciones, juegos de roles, lluvia de ideas para realizar un proyecto, escritura creativa compartida, debates... hay multitud de formas mediante las cuales los alumnos pueden liberarse de todo el entramado emocional y afectivo que les acongoja, lo vuelcan fuera para convertirlo en objeto de análisis, porque mientras todo está dentro se confunde con nuestras mismas entrañas. Una vez que su mundo interior queda materializado comienza la ardua tarea de comprenderlo, para así llegar a entender cómo son y lo que piensan, aún más, a hallar su propio reconocimiento. ¿Cuántas veces no hemos pensado que estamos preparados para trabajar con lo que sabemos pero no con lo que nos pasa? Porque nadie nos enseña a despellejar nuestros problemas con el fin de que salgan a relucir nuestras inquietudes; ni a expresar verbalmente o por escrito nuestros sentimientos, y ni que decir tiene que solo a través del lenguaje la realidad se constituye como tal. Si no le ponemos palabras a nuestra vida sensible es como si no existiera, y así deben de sentirse muchos de los alumnos de hoy en día cuando salen de casa y van al colegio y en todas partes lo que requieren son chicos listos e inteligentes que destaquen por tener habilidades aumentadas. Y es que no han aprendido a vivir, solo a saber.
                   Escucharles, acercarse a ellos, conocerlos, dejar que expandan sus miserias y sus grandezas, que amplifiquen su ser ahí en medio de este mundo tan coercitivo, que les atenaza y les estruja le mente a costa de aplastarles el corazón. Bien valiente es el que se mantiene a flote entre tanto oleaje de leyes que se cargan el fuero interno de los hombres y las mujeres que hoy en día viven. Porque me consta que hay una educación diferente, pero se presta como un servicio privado al que no puede acceder todo el que quiere. Como siempre, acechantes, las diferencias económicas.

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